Todo indica que Castañeda será el rotundo vencedor de las elecciones para la alcaldía de Lima del próximo 5 de octubre. Para llegar a esta conclusión basta con ver las tendencias del elector limeño, sus preferencias y las razones en que apoya su opción. 

La primera razón es la cantidad de obras ejecutadas por las anteriores administraciones de Castañeda, que cada día parecen generar mayor aprobación de la ciudadanía. Por alguna razón las obras de Susana Villarán, si hay algunas, no han recibido reconocimiento alguno de la mayoría de los limeños. 

La segunda razón es paradójica; parece que los nuevos limeños que como descendientes de los migrantes provincianos tienen una muy alta sintonía justamente con gente oriunda de provincias, preferieren a un chiclayano para Lima antes que a un limeño auténtico. 

La tercera razón puede provenir de la comodidad con que se desenvuelve la mayoría de los ciudadanos, que son los votantes, cuando el alcalde los deja trabajar sin obstaculizar sus actividades productivas aunque se desarrollen enmarcadas en un desorden muy notorio. 

La cuarta razón responde a la sensibilidad de los más pobres que prefieren la tangibilidad de los bienes materiales (léase escaleras, canchas de fulbito) antes que los intangibles representados por orden, organización, limpieza, respeto, etc. 

La quinta razón es el apoyo mayoritario que le dispensa la prensa a Castañeda, lo mismo que los encuestadores, porque probablemente éste es más generoso con quienes lo apoyan que aquellos que son demasiado rígidos para moverse en un ambiente electorero como el de nuestro país. Y así seguramente hay muchas otras razones, tanto o más decisivas que las arriba mencionadas, pero seguramente ninguna tiene más peso que esta sentencia popular: 

NO IMPORTA QUE ROBE CON TAL DE QUE HAGA OBRAS. 

Esto que parece reprobable en verdad no lo es porque representa el sentir de más del 41% de los votantes según una de las últimas encuestas. Y sabiendo que Castañeda es hermético en definir su plan de gobierno, la gente piensa que su norte va en el sentido de hacer obras, muchas obras. Si esto a su vez condiciona su realización a hechos dudosos, no hay problema, la sentencia popular lo exime de culpas. De modo que Comunicore y tantas acusaciones contra su actuación anterior como alcalde ya han sido absueltas por el pueblo. Y cómo Vox Populi, Vox Dei...

Pero, ¿qué pasa con el resto de los ciudadanos, aquellos que quieren un cambio profundo en hábitos y manejos cuestionados o cuestionables? No importa, con la fe en alto tendrán que esperar que el pueblo se convenza de que Susana no podía ser su paradigma porque era demasiado zanahoria y se apegaba a hacer obras sin robar. Trabajar así no ejerce fascinación en el vulgo, este admira y envidia al vivo que se los come a todos porque quisiera estar en su lugar. Al fin y al cabo, como ya sucedió una vez, después podrá regresar alguna mujer que tenga los cojones que no tiene Castañeda, para ponerle el cascabel al gato, como lo ha hecho Susana con la erradicación de la Parada y su proyecto de regularizar el tránsito en la capital. 

Y si no ha sido por mariconería que no lo hizo Castañeda, entonces será porque son decisiones que no dejan cutra ni coimas en el camino, y por lo tanto, poco interesantes para quien hace obra porque roba. Entonces, a prepararse para recibir de nuevo a Castañeda y a rezar para que más adelante podamos poner en el sillón de Nicolás de Rivera el Viejo a Susana Villarán o a Natalia Málaga.