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Interpelaciones carísimas en una sociedad sin rumbo

La producción congresal se viene reduciendo a eso

Publicado: 2017-08-26

A los contribuyentes peruanos nos viene saliendo muy caro mantener un Congreso Nacional cuya mayor "virtud" consiste en interpelar ministros, lo que siempre deriva en censuras o en hacerlos correr.

Es evidente que la principal función de estos señores y señoras congresistas, que consiste en dictar leyes, ha pasado a segundo plano para dar paso preferencial a esa tarea a la que le toman más gusto, y que es tumbarse ministros como muñequitos de feria.

Si calculamos el costo de esta supuesta "fiscalización", es evidente que el pago anual con gratificaciones y otras gollerías incluidas, resulta un lujo inadmisible para una economía como la peruana que busca resarcirse de periodos de caídas. Esta situación, inclusive, hace pensar que es inviable e inútil pretender aumentar el número de congresistas en el Perú, a pesar de que la representatividad de cada miembro del congreso resulta inadecuada para la población numerosa de nuestro país. Pero, ¿para qué habría que aumentar el número de congresistas cuando la labor básica que realiza, de traerse abajo gabinetes de ministros, bien podría hacerla con una décima parte de la población congresal actual?

La prensa política nuestra tampoco merece otra cosa que frases de censura, porque con su actuación solo tiende a acentuar la dirección hacia el descontrol y descalabro que se viene observando y sufriendo. Muchos presentadores y presentadoras  de televisión no mantienen una posición apropiada y equilibrada frente a cámaras, sino que se mimetizan con el ambiente que reina en los mítines de protesta y en las revueltas callejeras. Hay muchas figuras que se dejan llevar por su entusiasmo y paroxismo hasta el "achoramiento", y no es esto lo que debemos esperar los televidentes, ni lo que le conviene a nuestra educación cívica.

Es decir, se va imponiendo de una manera descarada y descarnada, un cóctel de descomposición social en nuestra patria, que involucra todo aquello que nuestra criollísima jerga conoce como CHICHA, BAMBA y CHONGO, todo junto.

Lo peor de todo es que, cuando gente muy respetable como César Hildebrandt y Mávila Huertas sostienen que nuestras autoridades deben ser permeables a la realidad nacional, y por lo tanto tratar como interlocutores válidos a todos los que muestran en la práctica cierta representatividad grupal, descuidan el hecho innegable de que, bajo esa premisa, lo que terminaría creándose sería un desmadre de la grandísima, porque surgirán movimientos, movimientitos y movimientillos por todo lado, arrogándose el derecho de ser escuchados por nuestras autoridades bajo la concepción sostenida por periodistas de la talla de los mencionados. 

Visto todo este caos de manera integral, ¿se puede admitir de que, encima, el Congreso de la República busque y viva para interpelar y luego censurar ministros? ¿Qué mafias e intereses se ocultan detrás de toda esta infernal cruzada cuyo único objetivo es mantener sus vigencias y el statu quo sin modificación alguna, para que la sociedad siga rumbo al suicidio? Siempre se supo que la corrupción no se repliega con contrición y arrepentimiento, sino que enseña sus garras y dientes mientras despliega toda su ferocidad para defender sus espacios ganados y continuar con su expansión.

Un país que permanece impávido frente a esta situación es porque su población, en mayor o menor grado, comulga con esta realidad, vive cómoda con ella, la disfruta, y por lo tanto, lo peor que a sus ojos puede suceder, es que le cambien la ruta que lleva trazada y por donde ella se desliza placentera. Si nuestros políticos y gobernadores no son capaces de entender un diagnóstico así, tan fácil de observar y comprobar, no son dignos de asumir una tarea cuya meta principal sea recomponer el camino para esa sociedad, haciéndole entender a sus componentes las ventajas y comodidades que les brinda una sociedad desarrollada, ordenada y disciplinada.



Escrito por

Julio Andre Checa

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Rigor y monerías

Análisis y comentarios con énfasis en temas políticos, culturales, deportivos y del día a día.