No importa cual sea la razón que ha llevado a tener a todos nuestros políticos principales como serios acusados de corrupción, con fuerte percepción ciudadana de que no se salva nadie. Lo real es que, tal vez debido a una habilísima estrategia colectiva, al ser TODOS CONSIDERADOS CULPABLES, la deducción final sea que todos deben ser considerados INOCENTES, porque la indignación popular se reparte entre tanta gente que termina diseminándose ya que podría deducirse que nadie puede ser culpable de algo que al alcanzar a todos termina convirtiéndose en una manera de ser, en una forma general de proceder, es decir, en algo inherente a la conducta humana en una sociedad en la que todos los elegidos por el pueblo demuestran que su actuación está conforme a nuestros estándares. Por lo tanto, no debería haber motivo para hacer una acusación cuando no hay forma de contrastar lo hecho por unos con lo hecho por otros, porque todos se han mimetizado en una sola forma de ser.

En el fondo esta figura parece que no se habría dado de manera espontánea. Quizá hay bastante fundamento para pensar que toda la parafernalia que se observa en este ambiente tan absurdo, solo responde a una concertación de TODOS LOS INVOLUCRADOS, con un libreto global preparado por alguna organización colectiva secreta, de inteligencia política privilegiada, cuya tarea principal es desconcertar al populorum con una serie de actos controvertibles, sujetos a ataques y contra ataques que desconcierten tanto que terminen  aburriendo  al pueblo para que finalmente acepte las cosas como son y como están.

Por esa razón es conveniente apoyar y presionar al Poder Judicial para que se ponga los pantalones, e imitando en su actuar a su homólogo brasileño, empiece a aplicar sin distingos y sin titubeos la ley en todo su rigor. Esta actuación de nuestro Poder Judicial lo llevará a ubicarse en el lugar que eventualmente le corresponde en la historia de los pueblos cuando se hace necesario recomponer el orden de la dirección y el gobierno nacional. En estos tiempos tan excepcionales y precisos, la majestad del Poder Judicial le permite empinarse sobre los otros poderes del estado, para arrogarse del mayor poder que la democracia le reconoce en estos tiempos, con la finalidad suprema de reencauzar el accionar de las autoridades estatales. Pero para ello es necesario que ante el pueblo y su percepción, demuestren que merecen ser los depositarios de toda su confianza, y merecedores de todo el apoyo nacional para llevar adelante su tarea reivindicativa, que si es bien llevada lo llevará a escribir una de las páginas mas bellas de nuestra historia cívica. Por favor, ilustres magistrados, demuestren que están a la altura de lo que el país espera de ustedes.