Desconcierta la actitud silenciosa de Keiko Fujimori ante la continua deserción de los congresistas de su bancada. Ni siquiera sale de su silencio para quejarse lastimera o irónicamente repitiendo, como Francisco de Carvajal "Estos mis cabellicos, maire, de uno en uno se los lleva el aire" . 

Niqui naca la pirinaca. Aquí no pasa nada. Parece no importarle la opinión negativa que proyecta ante los suyos y ante los ajenos, en el sentido de que da la impresión de que ella no maneja nada en su partido, que no pasa de ser un mascarón de proa donde todo se lo hacen sus lugartenientes.

O tal vez es así realmente, en cuyo caso estaría más que justificado que su hermano salte a tomar el timón del barco antes de que se hunda. Y en este caso, el avenger Kenji  , no importa que no tenga ojo tuerto de pirata o mano de garfio como James Hook, arengando a toda la tripulación para que acate sus órdenes, aparece dispuesto a ser el salvador del clan.

Mientras tanto los republicanos repartidos en curules de diferentes signos, ¡oh desilusión ciudadana!, no mueven un solo dedo o dicen una sola palabra para intentar legislar severamente para poner coto a la corrupción. Es como si nadie quisiera escupir hacia arriba. ¿Estarán cuidando su propia imagen y su propio peculio? Muestran interés increíblemente excesivo en vacar al viejo chambelán o camarlengo que con las justas se defiende a pañuelazo limpio, mientras la sombra de sus antecedentes los persigue con gesto de amenaza mortal.

¿Qué hacemos, niña lideresa? ¿Atamos atos y garabatos para intentar la fuga o ya se sabe de buena fuente que todo está bajo control y que el chongo es pura finta para distraer al respetable que de respetable no tiene nimier?