Primero que todo, "Time is money": ¿Tenemos idea de cuanto tiempo se ha ido al tacho a nivel mundial? Gente de todas las latitudes esperando pacientemente en dos oportunidades la realización de la final de la Copa Libertadores. Trasládese el costo a horas/hombre y multiplíquese no solo por la masa humana que esperó el inicio del partido en la cancha del Monumental, sino por la inmensamente mayor que estuvo tanto tiempo frente a sus televisores en todo el orbe, con énfasis en los países americanos.

¿A quien achacar esta incalculable pérdida? ¡Pues a la Conmebol! No otra fue la encargada de fijar en cada oportunidad, y hora a hora el momento del inicio de la competencia. ¿No gozaba la Conmebol de la confianza del público en cuanto a su derecho y su deber de determinar si el partido se suspendía y se transfería su inicio a otra hora, otra fecha y/u otro escenario? ¿Quien otro u otra tenía la potestad para hacerlo? ¿No es una irresponsabilidad imperdonable zurrarse olímpicamente en el sagrado tiempo de las gentes, para dictar una disposición y anularla horas más tarde, y no una vez sino varias?

Pero también hubo un flujo de alto costo en el aspecto de los preparativos para asistir al magno evento. ¿O la movilidad, algunas veces interprovincial y hasta internacional para llegar al destino de la justa es gratis? ¿Y los costos adicionales, alojamiento, alimentación, etc.? ¿Y los costos de preparativos en casa para las reuniones familiares y amicales con el fin de espectar el partido del siglo?

Aparte de todo ello está el gasto de los sponsors de la transmisión hacia el planeta en su totalidad. ¿La Conmebol tiene tomado algún ultra millonario seguro para responder a una contingencia de este tipo? Y no vengan con buscar la justicia de la igualdad en cancha para ambos contendores. La justicia debe correr en cuerdas separadas para castigar a los trogloditas que alteraron las condiciones para que no hubieran novedades adversas al correcto desempeño de los competidores, pero la justicia para el público que mantiene el espectáculo a todo nivel, y que es el alma del fútbol en el mundo, no puede ser ninguneada de manera tan burda. Un equipo no son once jugadores exactos, y si uno o mas de ellos no está en disposición de jugar, no por eso se paraliza el encuentro. Esta vez fue por el alevoso ataque de una caterva de desadaptados que en Argentina (como en otras latitudes) no han podido ser expectorados del noble deporte, pero mañana puede ser por un inconveniente de tipo físico, producto de su misma profesión.

Lo mínimo que deberían hacer los directivos de la Conmebol, si arrecian las críticas a su labor, sería dar un paso al costado y permitir que los cargos pasen a manos de gente mucho más preparada y con el adecuado criterio para tomar decisiones de tanta envergadura que afectan eventualmente a millones de personas de todo el mundo.