Los cuatro goles de Chile estuvieron bien encajados, por lo tanto el encabezamiento de la columna no va por allí; va por el lado del Japón.

El Japón hizo un juego bien dinámico pero falló demasiado en las llegadas. El conjunto nipón integrado por mucho jugadores juveniles demostró su falta de experiencia para culminar jugadas que debieron convertirse en gol.

Tranquilamente por lo menos tres ocasiones favorables pudieron haberse convertido en goles, lo cual hubiera significado un cambio radical en el resultado, porque no es que esos tres fallidos goles se opondrían a los cuatro chilenos para culminar en un 4 a 3. No, con goles que vas convirtiendo a lo largo de un partido, todo el desarrollo del mismo cambia, lo cual deja el resto para la imaginación y la percepción. 

Pero si bien es cierto que la alegría y satisfacción para los sureños les ha hecho pasar una noche de ensueño, haciéndoles creer en el reverdecimiento de viejos laureles, una mirada fría y calculadora, imparcial por cierto, no puede haber dejado de notar que el tremendo desgaste que le ha costado a los chilenos correr a la par con los muchachos japoneses, con toda seguridad le va a pasar la factura al conjunto de la estrella solitaria, por cuanto no es juventud precisamente la que prima en sus filas, sino todo lo contrario, una mayoría de viejas glorias jugando ya sus descuentos, y los años no perdonan.

Los otros sudamericanos en pugna en este grupo, Uruguay y Ecuador, deben haber tomado nota de la manera adecuada de jugar a los bisoños japones, con juego pausado y clavadas precisas sobre la valla contraria en el momento oportuno.

Y en cuanto a los japonesitos, bueno sería que todos los sudamericanos les endilguen someras goleadas como castigo a su soberbia y falta de respeto para un evento de la categoría de nuestra preciada Copa América, al traer un conjunto en plan de ensayo y acoplamiento, lo cual no los hace dignos de la especial invitación que la Conmebol les ha cursado.