Está muy fresco en nuestra memoria el triunfo conseguido por el equipo peruano frente a Uruguay en la etapa clasificatoria para el mundial de Rusia. El gol de Guerrero llevándose a Godín a fuerza y velocidad, dejándolo desairado y regado en el suelo, dio la vuelta al mundo. Y además Perú levantó vuelo después de ir perdiendo por 1 a 0, con el gol de Guerrero y el del triunfo, del orejitas Flores.

Y como si fuera poco, Perú puede hacer arrancar a ocho de los jugadores que puso en la cancha en esa oportunidad, o sea Gallese, Trauco, Tapia, Yotún, Carrillo, Cueva, Flores y Guerrero. Además entre los suplentes estaba Abram, o sea uno más, ya van nueve. No estuvieron ni en la suplencia Advíncula ni Zambrano, en su lugar jugaron Corzo y Araujo, los cuales, dado el caso, también podrían ser de la partida.

Es decir, un partido entre caseritos de uno y otro lado. Cómo para que se de el diálogo, (Uruguay): "Caserito, que gusto de verlo, lo estuve esperando hace tiempo para sacarme el clavo de la vez pasada". (Perú): "El gusto es mío, caserito, me cae a pelo para remachárselo porque necesito hacerlo por mi rehabilitación, con las disculpas del caso"

No quiero decir ni mucho menos que Uruguay sea una perita en dulce, sería atrevido y grosero sostener una herejía así. Yo recuerdo que hace muchas décadas, cuando los partidos internacionales solo se seguían a través de la radio, en el Perú se decía que nuestros maestros, los que nos enseñaron a jugar fútbol, fueron los uruguayos. Qué nuestro fútbol derivara hacia la quimba y el salero antes que a la garra charrúa y al fútbol guerrero ya fue cosa de nuestra idiosincrasia.

Pero justamente este fútbol nuestro cuando está en su día e inspirado ciento por ciento, es, que duda cabe, una pulga en el oído para los celestes. A ellos les molesta el toque rápido y los sesgos impensados de los jugadores adversarios. Ello se notó claramente frente a Japón, donde los pequeños nipones les sacaron canas verdes a los gloriosos charrúas. Y, sin menospreciar a los japoneses, nuestros jugadores son menos inocentes, a pesar de que muchas veces parece que no fuera así.

Por eso es que las posibilidades de un triunfo peruano rehabilitador están allí, presentes. Todo depende de que estén en su día, y de que las instrucciones del DT sean las correctas, con énfasis en el aspecto psicológico. Con los antecedentes a la vista y la experiencia anterior, no debe resultar muy difícil convencer a nuestros jugadores que, si algún equipo debe zurrarse por los nervios ante este enfrentamiento, ese no será el nuestro porque nosotros no tenemos nada por perder, al contrario, tenemos todo por ganar.