El presidente Vizcarra ha pecado de paciente ante las pechadas atrevidas y reiteradas de los miembros de la oposición en el Congreso. Cualquier congresista, igual que cualquier ciudadano, tiene que guardar las formas ante el primer mandatario de la república, que además la personifica. El ninguneo irrespetuoso de tanto y tanta descachalandrad@, no tanto en el vestir como en el actuar, no puede pasar impune como un delito más y de marca menor. No, no lo es, es grave atentado contra la majestad del poder más visible de la repùblica, que es el Ejecutivo.

Y tan lo es, que el ejemplo ha ido corriendo como reguero de pólvora para calar en sujetos que habiendo llegado a una gobernación regional, se permiten amenazar y dar plazos al primer gobernante para que cumpla con sus "órdenes", so riesgo de acusarlo constitucionalmente para que sea desaforado de la primera magistratura del estado. Tal actitud no merece ni el menor análisis en cuanto a si procede o no, el solo hecho de atenderla abriría una caja de pandora en todo el territorio nacional, y el ejemplo sería replicado exponencialmente hasta alcanzar la amenaza de convertir al estado peruano en una anarquía total.

La gravedad de la situación derivada del manejo irresponsable de la función legislativa está llegando a estos extremos y aún se proyecta a más, dando la impresión de una acción concertada entre todas las fuerzas comprometidas con la defensa a ultranza de sus intereses manchados con el signo de la corrupción. Llevado el presidente hasta este punto, arrinconado y con pretensiones de convertirlo en un vulgar pelele con fines inconfesables, es seguro que si decide zafarse de una vez por todas de la actitud pasiva y conciliadora que no ha dado resultados, ni los puede dar porque la psicología matonesca de los trogloditas que tiene al frente no sabe ni tiene interés en aprenderlo, habrá de contar con el respaldo mayoritario de la nación. Ellos no saben nada acerca de lo que es el verdadero manejo político de los poderes del estado, con eficiencia e integridad. Y es imposible hacérselo entender, eso no cabe en su ADN.

Lo único que necesita el presidente es calcular bien los pasos que da; al frente hay lobos agazapados intentando traérselo abajo porque ven en él al máximo peligro para sus delictivos fines. Todo indica que ya debe haber tomado todas sus precauciones para asegurarse de que cuenta con el respaldo de la gente honesta del estado y sus poderes, empezando por por las fuerzas armadas de las que es su Jefe Supremo, y pasando por la PNP, por los jueces y fiscales de todo el aparato judicial, por el TC y por todos los componentes de la sociedad que apoyan incondicionalmente la lucha contra la corrupción.

Con lo que tenemos a la vista, ya podemos decretar que es demasiado tarde para esperar que el Congreso de un vuelco de 180º recobrando lucidez e inteligencia por una intervención divina que haga repensar a todos sus miembros en los altísimos intereses y destinos de la patria. Ojalá estemos equivocados  para que estas Fiestas Patrias puedan tener un sello de inolvidables por un inesperado y glorioso entendimiento de todas las fuerzas políticas del Perú.